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SantoÑo, tu opción para un mundo mejor

Crónica evanescente de una cena íntima

Fiestas. Fechas señaladas, todavía no se sabe muy bien por qué, pero sí se sabe a quien favorecen. En la ciudad hay menos alumbramiento público que otros años. Y las sonrisas cada día necesitan de más alcohol, mentiras y sudor para asomar en los rostros de una sociedad cada día más aburrida, más hastiada, más perdida, y más lo que sea que si tiene algo de dinero sólo piensa en un viaje rápido, cual polvo rápido, mal planteado y peor vivido, o en aparcar a los niños con el primer abuelo que se ponga a tiro.
Puestas así las cosas, el pecident, nada intrascendente estos días, dijo con su habitual tono sobrio: ¿...y la cena de fin de año? Su autoridad es tal que ni siquiera tuvo que añadir qué, ese qué tan incesivo en una cuestión tan seria como esa. Los feligreses presentes mudos ante tal reto apenas reaccionaron cuando el pecident les animó con “paga Santoño”. Fue poco menos que su mano derecha quien organizó el cotarro, con enviable éxito, salvo la mácula a la hora de elegir el vino. El pecident, apenas llevaba unos minutos a la cabeza de la mesa, señaló: “los muchachos merecen más calidad”. La mesera, tatuada ella, entendió la invectiva y el chardonnay se hizo presente en mi esquina. Jamás probé el vino negro. No haré preguntas, pero la mesera carreteaba botellas que era un gusto.
Los allí congregados, no echaron en falta notables tertualianos, que por motivos diversos, de mínima autoridad, no se hicieron presentes; en cambio, hubo quien no dudó en atravesar el país para rendir pleitesía al pecident. En algunos asistentes ya se aprecia que confunden con cierto ardor la figura de Cupit con la del pecident, cuya talla ética es intachable. Para que entiendan: si fuese un hitman no llevaría fierro, lo haría con sus propias manos. El sentido cooperativista que demuestra ante sus apóstoles iluminó, como fue el caso, una noche más, una cena especial y sin que el alcohol hiciese mella en su lucidez.
Dejó hablar y repartió juego. Escuchó atento y tal vez pensó que no le merecemos. La estrella de la noche fue, sin lugar a dudas, Apetito. Apetito se presentó con una camisa de delincuente, de la que se avergonzó y el pecident tuvo la misericordia de pasar por alto, y una bandurria, que Apetito insistió en llamar ukelele. Cantó rocanrol, improvisó, rapeó, se rió y la cagó casi siempre. Se trajo un compinche que tocaba un clip cual Snoopy. En pleno invierno, vestido de riguroso negro, the man in black, admitió abiertamente que lo suyo es el surf. El tupé del pecident se inclinó levemente, mala señal, pensamos, que en su verborrea Apetito interpretó como un elemento cuántico y por poco jode la noche. El pecident valoró las agallas del joven apóstol y se escanció más vino.
A la mesa se sentaron barbudos, calvos, canosos y muchos pares de lentes; en fin, una tipología humana que, en su mayoría, no ha entrado en una tienda de modas en años. Las rasuradoras tampoco habían hecho estragos en las mejillas de los asistentes convenientemente vestidos de manga corta con la rasca que hacía fuera.
Apetito fue reiteradamente atacado, aplaudido, jaleado e instigado a seguirse equivocando mientras su hígado no daba señales de malestar. Un supuesto arquitecto, sentado a la izquierda del padre, personaje, ígnoto para el cronista, le zarandeó con conceptos demasiados alejados de la fideuà, el bacalao al pil pil y el chardonnay.
El pecident dejó hablar, apenas tuvo que intervenir, el juego estaba bien repartido. Su silencio fue tan sabio como cuando dijo al ver la cuenta: “hay que poner 10 € más cada uno”. Y a continuación carraspeó alguna cosa sobre el presupuesto de la cena, que no pasó a mayores.
Fue mi primera cena de fin de año en Santoño. El pecident me invitó a fumar. Abstemio como soy de tal placer. Ni un segundo se habló sobre el recorte de libertades que supone dejar fumar o seguir fumando pasivamente. Sólo el cocinero particular del pecident, que ama el blues, hizo un comentario que oí pues cenaba en mi esquina y compartía mi vino blanco. Hice un giro hacia el otro extremo, su miopía se volvió luz. Entendió que el pecident camina por encima de leyes, decretos y reglamentos. Días antes fui reprendido por una torpeza que el pecident cortó en seco: “hay mucho pijo que paga impuestos”. No debemos temer. El pecident sabe en lo que anda. El cocinero se refugió en su copa y atendió el coñazo cuántico de Apetito sin pensar más en que si le pillan fumando dentro de un local pequeño, un nuevo delincuente alumbrará la ciudad de las disposiciones contranaturales.
Hecha la salvedad; un purito canario llegó a los labios de todos. Luego, de su tabaquera de madera, el pecident extrajo el último y me lo ofreció delante de todos. Se hizo el silencio. Hasta Apetito decidió no fatigarnos más con la cuántica y no sé qué del lado derecho de la ola.
No se habló de los personajes catódicos y radiofónicos de quienes nos choteamos y a la vez nos amargan la existencia. No se habló de pateras. No se habló de país, ni de nada. Simplemente, unos apostóles conversando sobre cómo hundir la ponzoña de mundo en que vivimos bajo la plácida mirada y cálido abrigo de nuestro pecident, en un reservado de un buen restaurante de un barrio de comerciantes de una ciudad venida a menos.
El orujo de oreja y el de hierbas corrieron sin descanso. Ni un rumor en la calle. Despedidas fraternales.
Como rasgo común, cabe decir que a Santoño le ha tocado la pedrea en el gordo de Navidad. El pecident hízome una leve confidencia. Si se rasca algo importante con el sorteo de El Niño sentenció: “la vamo a liar”, había torcido el labio y clavado sus ojos por encima de los lentes. Rasgo humano y característico en un hombre líder, que por una noche permitió que los equipos técnicos y humanos de Santoño descansasen. Sus pensamientos ya ocupan centenares de horas de audio y vídeo. Su anonimato, llevado con una rectitud que estremece, sus apóstoles deseamos salte por los aires en el 2006.
Feliz nuevo año Cupitense, hermanos.


PerNilDeSoto

3 comentarios

Apostol Cupitiense del Sur -

Pax et Lux Cupititensis... Icono nos te laudamus...

Gran Maestre Primatólogo -

Bien, bien, bien,.. Esto promete

El pajitas ( el palletas) -

Llarmà ParNil de Soto ets un pou da litaratura. Llàstima que ancara no duminis el SAntoño